Según evidencia sacada a la luz de los archivos de la EPA (Agencia de Protección Ambiental) de Estados Unidos, se ha comprobado que desde 1981 Monsanto era completamente consciente del potencial cancerígeno del glifosato en mamíferos.
Recientemente, la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo público un informe en el que el glifosato (el principal componente del herbicida Roundup) fue clasificado como “posible cancerígeno” en seres humanos y como “suficientemente demostrado” por su genotoxicidad en animales1. Este anuncio del cambio de categoría a toxicidad 2A recibió vasta cobertura en los medios de todo el mundo haciendo que Monsanto pasara al modo “limitación de daños”. La corporación reclamó la retractación del informe ¡a pesar de que todavía no había sido publicado! Como estaba previsto, la respuesta más furiosa fue la de la industria liderada por la Fuerza de Tareas del Glifosato2. Esta fuerza de tareas también patrocinó una nota de “refutación”3 publicada en una revista y firmada por un grupo de escritores con fuertes vínculos con la industria biotecnológica; debido al sesgo muy claro mostrado en este documento (que sugiere que el glifosato no es un potencial carcinógeno en seres humanos) recibió poca atención hasta que fue cuidadosamente analizado por un equipo de investigadores independientes4.