Las hermanas de Salvador Puig Antich participaron el sábado en un acto a favor de la querella contra los crímenes franquistas que sigue su curso desde Buenos Aires
Imma, Carme, Montserrat y Merçona llevan mucho tiempo encontrando cerradas las puertas de la justicia. Pero los años y las negativas no han desgastado el ánimo de las hermanas de Salvador Puig Antich, el joven catalán ejecutado a garrote vil en la cárcel Modelo de Barcelona el 2 de marzo de 1974. Miembro del grupo anarquista Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), Salvador se vio envuelto en un tiroteo en el que tanto él como un policía salieron malheridos. Al joven anarquista le extrajeron dos balas de la mandíbula y del hombro y el policía murió en el hospital. Unos meses después, y tras el asesinato de Carrero Blanco por ETA, el Consejo de Ministros del 1 de marzo de 1974 firmó la sentencia de muerte pese al clamor popular que pedía su indulto. Las hermanas achacan la utilización del garrote vil a un acto de venganza.
Ahora, tras sumarse a la querella contra los crímenes franquistas interpuesta en Buenos Aires en abril de 2010, estas mujeres comienzan a vislumbrar la luz al final del túnel. El sábado participaron en un acto promovido por la red AQUA, de apoyo a la investigación que realizan los tribunales argentinos sobre los delitos de la dictadura. Allí, ante un numeroso público explicaron su periplo judicial y narraron los hechos que condujeron a su hermano hasta la pena capital.
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